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El Pluralismo en el arte en Colombia y Luis Fernando Mejía Jaramillo en él.

25/11/2018

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En el transcurso de las últimas décadas del siglo XX se fue dando expansivamente, en el mundo occidental, un cambio en el modelo de desarrollo bajo la inspiración del liberalismo económico. Esa modificación en el estado general de las economías fue acompañada por los avances inusitados de las nuevas tecnologías de información y de las comunicaciones que enriquecieron y renovaron de forma sustancial, las percepciones que desde cualquier lugar del planeta podrían tenerse de lo que acontecía en el resto del mundo, generando, en la comunidad internacional, una sensación permanente de inmediatez y actualidad. Por supuesto, este ambiente de apertura y de constante actualización e intercomunicación, ensanchó las fronteras del pensamiento e hizo sentir a muchas personas y, entre ellas, a los operadores de la cultura y a los artistas, que no había muros infranqueables entre las naciones y que los seres humanos eran, simplemente, ciudadanos del mundo.

El sistema mundial del arte se puso en consonancia con el fenómeno de la globalización que trajo, como una de sus consecuencias, el que se desconociera la existencia de “centros de poder” (como lo habían sido París o Nueva York, por ejemplo) desde los cuales se señalaran pautas o se trazaran líneas de acción inamovibles. Efectivamente, los esquemas hegemónicos de los que habían sido reconocidos como centros internacionales del arte fueron rotos, en la medida en que, de un momento a otro, todas las rutas fueron posibles y válidas.
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 A partir de esa realidad, cada artista se vio en la necesidad de enfrentar la inmensa libertad que se le otorgaba desde su propia individualidad y a veces también, desde su más angustiante soledad. Según Arthur Danto: “entonces los artistas se liberaron de la carga de la historia y fueron libres para hacer arte en cualquier sentido que desearan, por cualquier propósito que desearan, o sin ningún propósito. Esta es la marca del arte contemporáneo y, en contraste con el modernismo, no hay nada parecido a un estilo contemporáneo.” (1999)

El mundo entero se abrió paso así a una situación incontrovertible en lo que respecta con el arte, la de que las técnicas, los temas, los medios y los soportes se habían diversificado sin fin y eran todos válidos y aceptables.
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En Colombia, a más de un incipiente pero sostenido ambiente de apertura e interconexión, se contaba con una herencia importante derivada de las Bienales Internacionales de Arte, importantes eventos artísticos que sucedieron todos en la ciudad de Medellín, mediante los cuales la sociedad nacional en general y los artistas en particular, habían tenido la oportunidad de entrar en contacto con obras originales de las más importantes tendencias del arte internacional. Esto ayudó a que los artistas locales progresivamente fueran conquistando también una amplitud para trabajar –sin la necesidad del apego a fórmulas, a postulados políticos o a premisas sociales– y alcanzaron agilidad y certeza para el emprendimiento de sus propias búsquedas expresivas.

Así fue como Luis Fernando Mejía Jaramillo, cuya obra destinada al público fue mayormente realizada en las décadas de los, 70, 80, 90 del siglo XX y los tres primeros años del sigo XXI, pudo insertarse en un ambiente de amplio pluralismo vigente ya en Colombia y, por descontado, en el resto del mundo.

En ese entorno, ejerció su rol de artista acometiendo su trabajo con disciplina, con la mayor  rigurosidad en la investigación constante orientada a desentrañar todas las posibilidades que le podían brindar,  entre otras, las técnicas gráficas como medios expresivos esenciales, con un norte claro, sin quedar sometido a los vaivenes que imponían los vertiginosos cambios que fueron la constante desde la segunda mitad del siglo XX y desentendiéndose incluso de las imposiciones, los caprichos o estereotipos implantados localmente. Según lo afirmó Alberto González R: “[…] artista joven de entonces, necesitaba tener firmes convicciones y ser muy lúcido para rechazar la ‘sabiduría tribal’ de la engreída crítica de los años ochenta. Pero Luis Fernando Mejía poseía la visión de una mente límpida, firmemente comprometida con sus experiencias personales y sobre todo con un gran amor por el dibujo y el grabado”. (2005).

Es muy evidente que voluntariamente se marginó del ambiente de ditirambo local que en ciertos momentos fue excesivamente pesado y estridente; no participó de la bohemia que, eventualmente, pareció ser el único o más importante aval para el reconocimiento, se alejó de la falsa crítica, y se mantuvo altivo e intransigente ante quienes prohijaban intereses equívocos que trataban de imponer ciertos poderes emergentes y siniestros. Ante la indiferencia o la incomprensión locales persistió en su trabajo y en su manera de hacer las cosas, no se amilanó porque estaba absolutamente convencido de que su obra, con respaldo en sus extraordinarias dotes, en su paciente investigación y en una conceptualización que se nutría de las más claras fuentes del pensamiento universal, trascendería y ganaría el peldaño de la mayor importancia con el transcurso del tiempo.

En la página www.luisfernandomejiajaramillo.com, que les invito a visitar y, dentro de ella, en el espacio asignado a la Galería podrán encontrar varias exposiciones, seis en total hasta la fecha, la más reciente de ellas denominada  Expo Virtual No.6 Grabados en Pequeño Formato II – Escenas de Navidad, y todas las demás si lo desean, para que puedan familiarizarse con su extensa y variada obra, augurándoles que en ese deambular por el espacio virtual, podrán experimentar un verdadero deleite.
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Un Artista en Contexto

1/10/2018

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Como complemento al proyecto de difusión de la vida y la obra de
​Luis Fernando Mejía Jaramillo (1946-2004) que nos hemos propuesto llevar a cabo utilizando, entre otros medios, las facilidades que nos permite el medio digital, y para lo cual hemos dispuesto el sitio web www.luisfernandomejiajaramillo.com y de este blog, valdría la pena repasar, así sea con una somera mirada, el medio en el que  el artista desarrolló su obra,  lo que en el arte acontecía en el país y en particular en la ciudad de Medellín desde finales de la década del 70 del siglo XX  hasta principios del siglo XXI,  todo lo cual nos permitirá obtener elementos muy útiles para la interpretación y valoración de los resultados de su actividad creadora.

​A finales de la década del 70 ya Colombia se perfilaba como un lugar propicio para el cultivo de las artes según las más acuciantes tendencias del arte contemporáneo y, en su territorio, se evidenciaban múltiples actividades en correspondencia con esta realidad. Medellín, por su parte, contaba con una herencia importante diferida de las primeras tres bienales que habían sido patrocinadas por la empresa privada y, quizá por eso, encontró allanado el camino para la organización de la IV Bienal de Medellín, que tuvo lugar en 1981, la misma que retomó el carácter didáctico que había caracterizado las anteriores, convocó a artistas y críticos de diversas partes del mundo, presentó un panorama general sobre las opciones artísticas de mayor vigencia en ese momento, insinuó el final de la vanguardias y de los “antiartes” –que habían aparecido en los años 60 y 70 sobre todo en los países industrializados con el objetivo de atacar el arte institucional burgués, para terminar siendo neutralizadas por la misma sociedad de consumo que las vio nacer–, y subrayó el retorno de los medios tradicionales de la pintura, la escultura, el dibujo, el grabado, etc., al escenario artístico.

En todo el transcurso de los años 70 y todavía en los años 80 el grabado y el dibujo fueron los grandes protagonistas. Al decir de Marta Traba,
​Volver al grabado después de tantos experimentos idiotas de las ultravanguardias es, francamente, el mayor intento de recuperación de lenguaje que se conoce en el momento presente. Y volver al lenguaje es tratar, nuevamente, de decir cosas y comunicarlas: y comunicarlas es concebir otra vez el arte como un sistema expresivo que tiene poder de plantear formulaciones, de aclarar, revelar y dirigir una determinada visión del mundo. […] el prestigio del grabado (y en consecuencia del dibujo), tiene todo el carácter de una cruzada. Como tal, la promueve una fuerte intención ética, al menos en la misma medida que un propósito estético. Además, la exploración de la verdad, la experiencia de transitar en un mundo de significados que deben ser explicados y compartidos por medio del arte lleva, sin remedio posible, a un buceo en profundidad de lo real, y a un cuestionamiento dramático de la existencia. (1984, pág. 194).
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​En la década del 80 en Antioquia se vio surgir ya un grupo de artistas procedentes de instituciones universitarias, con buena capacitación técnica, pero aún más, con una aceptable formación teórica y conceptual que les permitió alcanzar mayor independencia en su proceso investigativo-creativo y que encontró respaldo en un ambiente artístico pluralista que les posibilitó asimilar permanentemente las nuevas realidades que, a su vez, les proveyeron nuevos contenidos. En opinión de Ana María Cano, citada por Sofía Arango y Alba Gutiérrez: “[…] los artistas antioqueños [renunciaron] a explorar una posible visión de síntesis, esa idea totalizadora asociada directamente con el símbolo o el mito, y [parcelaron] la realidad con pequeños fragmentos, aislados de todo contexto”. (2002, pág. 316). 

En esos momentos predominó, en las artes plásticas de la región la figuración en la que cada artista buscó acomodar su propia expresión porque desde hacía unos años –sin ser una actitud excluyente– se había reivindicado el arte como objeto de placer. Las neo-vanguardias habían demandado una absoluta originalidad y una búsqueda incesante de lo nuevo, pero de improviso, lo que los artistas querían ahora era consultar, encarar, tener en cuenta y reinterpretar las enseñanzas del pasado; ya no plantearon una controversia con el arte que les antecedió, más bien se nutrieron de él.

Según el historiador y crítico de arte Carlos Arturo Fernández U.:
El comienzo de los años 80 se identifica con el descubrimiento de unas nuevas formas de la figuración que las décadas anteriores parecían haber sepultado para siempre. En ese sentido, la Bienal de Arte de Medellín, de 1981, se ubicó en perfecta consonancia con el reconocimiento de la figuración que se presentaba en la Documenta de Kasel y en la Bienal de Venecia entre 1980 y 1982. (2006, pág. 52).
Los años 90 se definen, tanto en el ámbito nacional como en el local, por el amplio pluralismo en que se desenvuelve el mundo del arte y por la recuperación de la memoria en todos los campos de la cultura. 

En el transcurso del tiempo en que Luis Fernando Mejía Jaramillo se ocupó de su formación profesional y desarrolló la mayor parte de su obra, precisamente durante las décadas 70, 80, 90 y principios del siglo XXI, pudo ser testigo directo del ingreso del país a la era de la modernidad, del paso definitivo de la sociedad eminentemente rural a la principalmente industrial, y a la expansión descontrolada de las urbes. En el micro mundo del arte local, se empapó de la riqueza y apertura heredadas de la realización de eventos tan trascendentales como las bienales de arte que se sucedieron precisamente en su ciudad de origen, Medellín, y que dieron pie a la instauración del más amplio pluralismo en los medios de expresión. Participó del progreso que significó la institucionalización del arte y la cultura en el país y la formación de los artistas en el nivel universitario. Enriqueció sus haberes intelectuales cuando, ya siendo un profesional, se fue en la búsqueda de las fuentes originales del arte occidental, a las cuales volvió reiteradamente como recurso de inspiración, con respeto y devoción. Dotado de un talento excepcional, y de una formación sólida, asumió una actitud vertical en el medio artístico local reivindicando al dibujo y al grabado como expresiones artísticas de primer orden.

Encarar la obra artística de Luis Fernando Mejía Jaramillo, en toda su extensión y complejidad, es encontrar que lo que se revela en ella “es una reflexión incesante frente a todos los recursos del arte y a la posibilidad de que por medio de ellos se estructure una relación y, en último término, una reflexión acerca de la realidad” (Fernández, 2006 P 237)

Y esto sí que queda evidenciado en la Exposición Virtual No.5 referente a grabados en pequeño formato,  y específicamente a los temas Personajes y Tarjetas de Ocasión que ustedes podrán disfrutar a partir de este momento en www.luisfernandomejiajaramillo.com , en la sección Galería.

Allí también podrán recrearse visitando o repasando, las exposiciones anteriores (No. 1 Retrospectiva, No.2 ¡Culpables!, No.3 Paisajes, No. 4 Lugares y momentos). Los invito pues a disfrutar de esta Exposición Virtual No.5. Grabados en pequeño formato I.
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    María Cecilia Mejía Jaramillo

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